Los adolescentes y los jóvenes
presentan grandes retos y desafíos a los docentes y al mismo sistema educativo.
Desgraciadamente, los centros educativos, siguen encerrados en sí mismos,
preocupados por cuestiones académicas, normas y currículo, cada vez más
alejados del mundo de los jóvenes y de sus verdaderas inquietudes, necesidades
y preocupaciones.
Nuestro sistema educativo está
totalmente desvinculado de las necesidades de los estudiantes, lo que los lleva
a la desmotivación y con frecuencia a la deserción.
Nuestros estudiantes
experimentan el trabajo en las escuelas como una actividad tediosa y sin
sentido. Por ello, se centran en no entrar a las clases aun estando en el liceo
o interrumpir al docente con sus ocurrencias. Ésto nos debe plantear lo urgente
necesidad de incorporar a la cultura escolar sus intereses, gustos, opiniones y
necesidades. Según dice Antonio Pérez Esclarín en su libro Educar es enseñar a
amar (2009) “Debe existir una necesidad de ver el mundo de los jóvenes con sus
ojos, no desde nuestros prejuicios”.
Como se perfila hoy la
educación, está resultando incapaz de entender a los estudiantes y lo peor es
que ni lo intenta. Siento que el sistema y los educadores deben salir de la
periferia de la comodidad y ponerse en el lugar de los jóvenes desde el punto de
vista de sus necesidades e intereses.
Basta ya de quejarse de que
los estudiantes no estudian, no saben, no les interesa y es cierto, pero si la
realidad les estalla en la cara, ¿qué están haciendo los docentes para cambiar
esa cruda realidad más allá de dar los objetivos que el Ministerio de Educación
les exige que den? Es lamentable oír a los docentes año tras año decir que ya
no saben qué hacer porque a los estudiantes no les interesa estudiar ni mucho
menos aprender. Y preguntarán, ¿qué se puede hacer? Mucho. Empezar por oír a
los estudiantes, escucharle sus necesidades, comprender por qué actúan de tal
manera, qué los motiva y qué los atemoriza. Como docentes, ¿se han detenido a
escuchar desde el accionar de ese estudiante problema?
De nada sirve dar TODOS los
objetivos que se exige si el estudiante no se encuentra motivado ya que, por
ejemplo, tiene un problema de hambre, familiar, personal o simplemente como se
dan las clases está desactualizado en este mundo globalizado.
Es por ello que nuestros estudiantes
para desafiar la escuela que sienten aburrida y cada vez más lejana de su
mundo, una escuela que subraya sobre todo sus deficiencias y no logra
entusiasmarlos ni motivarlos, recurren a actividades antisociales. Hay una
diversión en las peleas, en la intimidación a otros, más riesgosas si son a las
autoridades o vecinos donde se encuentra la escuela.
No todos los estudiantes
rechazan la escuela, la mayoría termina aceptando sus reglas y se conforma con
rendir al mínimo para seguir en ella. Como la escuela es obligatoria, la
soportan aunque no les guste. La perciben como represora, perseguidora, anclada
en el pasado. La desmotivación generalizada, incluso de aquellos alumnos que
tratan de adaptarse al sistema educativo, surge también por la poca utilidad y
atractivo que encuentran en los contenidos y tareas escolares, por la falta de
sintonía con sus intereses y preocupaciones y por la ausencia de recursos y
ayudas personalizadas en el proceso de aprendizaje.
Estos centros educativos tan
lejanos al mundo juvenil están también desarticulados y disociados de la otra
instancia educadora fundamental: La Familia. Siempre será poco lo que podamos
insistir en la necesidad que tienen los padres de recuperar su papel de
EDUCADORES. Juntos, padres y educadores, deben hacer grandes esfuerzos para
hablar al unísono, reencontrarse y plantear juntos el tipo de educación que hoy
requieren los estudiantes.
Jorge
Iglesias (2015)
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