Es el
principio pedagógico esencial. Amor se escribe con “a” de ayuda, apoyo,
ánimo, acompañamiento, amistad. El educador es un amigo que ayuda a cada
alumno, especialmente a los más débiles y necesitados, a triunfar, a crecer, a
ser mejor.
El
amor crea seguridad, confianza, es inclusivo, no excluye a nadie.
Es
paciente y sabe esperar, por eso respeta los ritmos y modos de aprender de cada
uno y siempre está dispuesto a brindar una nueva oportunidad. Amar no es
consentir, sobreproteger, alcahuetear, dejar hacer. El amor no crea dependencia
sino que da alas a la libertad e impulsa a ser mejor. Busca el bien-ser y no
sólo el bienestar de los demás.
Ama el
maestro que cree en cada alumno, lo acepta y valora como es, con su cultura,
sus carencias, sus talentos, sus heridas, sus problemas, su lenguaje, sus
sueños, miedos e ilusiones; celebra y se alegra de los éxitos de cada alumno
aunque sean parciales; y siempre está dispuesto a ayudarle para que cada uno
llegue tan lejos como le sea posible en su crecimiento y desarrollo integral.
Además de amar a sus alumnos, el verdadero educador ama la materia que enseña
(por ello siempre está buscando, investigando, actualizándose) y ama el enseñar,
es educador por vocación.
¿Quiero realmente a todos y cada uno de mis
alumnos, especialmente a los más débiles y necesitados?
¿Se sienten ellos queridos por mí?
¿Preparo con ilusión mis clases y me actualizo
continuamente para desempeñar mejor mi labor?
¿Cuál –y cuándo- fue el último libro que leí sobre
los contenidos que enseño o sobre pedagogía?
¿Qué debo mejorar en mi práctica educativa para
practicar con mayor énfasis la pedagogía del amor?
Fuente: A, Pérez Esclarín. Las 5 vocales de la
pedagogía.
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