No hay alumnos incapaces, que no sirven. Todos tenemos talentos, dones, posibilidades. Somos distintos, pero todos valiosos. Todos somos buenos para algo. El reto está en descubrirlo y potenciarlo. Cada uno debe encontrar su propio camino de realización. Todos nacimos para triunfar.
El
verdadero educador cultiva con tenacidad la pedagogía del éxito, tiene
expectativas positivas de cada uno y considera el fracaso de sus alumnos
también como su propio fracaso. Evitar el fracaso supone ayudar a cada alumno a
descubrir, valorar y potenciar sus dones y cualidades positivas, de modo que
pueda realizar su misión en la vida:
“Conócete
a ti mismo, confía en ti, sé tú mismo”. La pedagogía del éxito es inclusiva y combate
con tenacidad todos los mecanismos de exclusión. Implica también garantizar que
todos los alumnos adquieran el dominio de las herramientas esenciales de
aprendizaje (lectura, escritura, expresión, cálculo, pensamiento, ubicación en
el espacio y en el tiempo…), que le van a permitir seguir aprendiendo siempre.
Y no olvidemos que el éxito exige esfuerzo, constancia, coraje, vencimiento.
Ayudemos
a los alumnos a exigirse, a dar lo mejor de sí mismos, a fructificar al máximo
sus talentos.
Reflexiona
internamente
¿Siento que si uno de mis alumnos fracasa, yo estoy
fracasando también con él?
¿Hago siempre todo lo posible para evitar su
fracaso?
¿Me esfuerzo por descubrir las cualidades y valores
de cada alumno para ayudarle a potenciarlos?
¿Asumo que todos y cada uno tienen derecho a
triunfar?
¿Me esfuerzo para garantizar que todos los alumnos
adquieran las herramientas esenciales del aprendizaje?
¿Qué cambios debo hacer en mi práctica pedagógica
para practicar la pedagogía del éxito?
Fuente: A. Pérez Esclarin. Las 5 vocales de
la pedagogía (2002)
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