Etimológicamente,
la palabra significa “tener un dios dentro”: estar lleno de energía, de
creatividad, de vida, de ilusión. El verdadero maestro busca generar el
entusiasmo de sus alumnos en todas y cada una de las actividades, de los
ejercicios, de las prácticas, de los ambientes, de las relaciones, de los
resultados, incluso de los errores. Por eso, no los castiga, sino que los asume
como oportunidades privilegiadas para ayudar a cada alumno a avanzar, a superar
las dificultades, a crecer.
La
pedagogía del entusiasmo, muy ligada a la del asombro y la alegría, supone que
el maestro se asume como un animador , como la persona más motivada y
motivadora del salón.
Reflexiona internamente
¿Qué hago para entusiasmar a mis alumnos?
¿Soy yo una persona entusiasmada?
¿Pierdo fácilmente el entusiasmo?
¿Acudo al centro educativo con ilusión?
¿Asumo el error como una maravillosa oportunidad de
aprendizaje?
¿Qué puedo hacer para vivir con mayor entusiasmo mi
vocación de educador?
Fuente: A. Pérez Esclarín. Las 5 vocales de la
pedagogía (2002)
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