Cuando
una ley o una norma reglamentaria es sistemáticamente violada y ello ocurre a
la vista del público, hay una evidencia de la incapacidad de la autoridad
responsable para garantizar su cumplimiento.
Esta situación provoca dos tipos de actitudes y
sentimientos en la ciudadanía. Por un lado, produce la percepción de una
inequidad e injusticia, ya que la autoridad que impone el cumplimiento al
ciudadano común admite explícitamente que algunos no lo hagan. Por otro lado,
crea y fomenta una actitud de indisciplina y rechazo a la ley y a la autoridad.
El Estado de Derecho tiende a ser sustituido por la ley de la selva y, en casos
extremos, emerge la justicia por mano propia.
Es por ello que las leyes son creadas para regir la
conducta de los ciudadanos en pro de una sana convivencia y crecimiento en la
sociedad; donde se respete la divergencia en todas sus vertientes y se pueda
seguir progresando y conviviendo a pesar de las diferencias. Quien no cree en
la divergencia y la promulgue está condenado a transgredir constantemente su
diario andar, a vivir a la sombra de la ley y a su sano desarrollo como ser
humano.
Dicen que las leyes se hicieron para violentarlas.
Hecha la ley, hecha la trampa. Yo no creo en ello. Creo más bien que las leyes
son para cumplirlas porque para ello se crearon. Lo que se puede hacer es
verificar constantemente si esta ley sigue siendo efectiva para todos como
cuando fue creada. A veces hay que modificarlas y hasta cambiarlas en su
totalidad en pro del bienestar de todos. Nunca violentarla por intereses
personales de quienes las promulguen y menos de quienes son los garantes de su
funcionamiento.
Jorge Iglesias (2017)
(Este blog no se hace
partícipe ni responsable por los conceptos emitidos en el artículo por el autor)
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