
El principio fundamental de una
democracia es que la soberanía, el poder, reside en el pueblo y es él quien
decide sobre quién y cómo se ha de gobernar. Ese principio fundamental, el
derecho del ser humano a elegir a sus gobernantes, se inserta en otro no menos
importante, la división del poder del Estado de acuerdo a sus tres funciones: legislativa,
ejecutiva y judicial.
Locke, Montesquieu y Rousseau, inspiradores de la
independencia de América y Venezuela, fueron los pensadores políticos que
dieron forma a ese principio sin el que una democracia no es auténtica. No basta
poder elegir y ser elegido, es un requisito indispensable que exista una división
de poderes del Estado, cada uno independiente del otro, para que exista
democracia. Es necesario que cada poder sea contrapeso del oro, solo así se
garantiza un balance que evite la concentración del poder en alguno de ellos. El
desequilibrio y la concentración de poderes conduce al abuso y la arbitrariedad
y la víctima de ello es el ciudadano.
Así, a parir del propio desarrollo
histórico humano se crearon los tres poderes. Un poder ejecutivo que administra
el Estado. Un poder legislativo que le da forma mediante un cuerpo de leyes. Y un
poder judicial que garantiza el cumplimiento de esas leyes y el funcionamiento
del Estado.
Esta idea de Estado democrático asumido desde la convergencia de estos
poderes fue evolucionando y se instauraron democracias que, de una u ora forma,
fueron estructurando estos tres niveles de Estado.
L E L M
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