lunes, 29 de junio de 2015

Propuestas educativa

     El sistema educativo se ocupa de millones de estudiantes. Pero los procesos educativos tienen lugar en miles de centros escolares y en aulas donde se establece una relación bilateral entre un docente y decenas de estudiantes. En ese sentido, el éxito o el fracaso de la formación educativa de una sociedad se definen en cada escuela. Lo decisivo, entonces, es contar en cada una con un director y un equipo pedagógico empeñados en lograr la excelencia. Porque la experiencia enseña que en toda escuela eficaz hay un buen director coordinando y estimulando a su equipo de educadores.

Por ello, es indispensable para elevar la calidad de nuestra educación crear un Programa Nacional de Formación de Directores, preparados para administrar el presupuesto y el personal escolar, para cuidar la dotación y, sobre todo, para ejercer la gerencia pedagógica y encaminar al equipo docente hacia el logro de objetivos académicos muy concretos y medibles. También debe ser capaz de estimular a los padres y a la comunidad educativa a participar en los procesos formativos.

Este Programa comprendería, además de la formación de directores de los centros, también la de funcionarios públicos del ámbito local, regional y nacional para que acompañen, apoyen, orienten y evalúen a los equipos pedagógicos de cada institución.

Se debe realizar una selección transparente de los profesionales que demuestren las condiciones más idóneas en cuanto lo intelectual, lo ético y en cuanto a su capacidad de liderazgo para ejercer como directores de planteles escolares. Naturalmente, esta alta dedicación debe ser retribuida con una prima por cargo que sea verdaderamente muy atractiva, con incentivos adicionales en función del rendimiento académico de los estudiantes de sus centros.

El diseño de la descentralización debe ser consistente con la necesidad de fortalecer la acción de las escuelas y apoyar la gestión de sus directores. Cada plantel debe gozar de ciertos grados de autonomía en los asuntos administrativos y pedagógicos teniendo, entre otras competencias, las de: elaborar y aprobar el Proyecto Pedagógico del Plantel; seleccionar, contratar y remover al personal requerido en la institución, en el marco de los lineamientos establecidos en los ámbitos legales del ejercicio profesional docente y laboral.

También se debe revisar exhaustivamente el proceso de evaluación de los aprendizajes. Se debe acabar de una vez por todas las evaluaciones como castigo. Donde se mide el conocimiento a través de cualquier estrategia, a veces rebuscada y que parece que solo el docente conoce cómo resolverlas, que lo único que logra es asustar y alejar al estudiante del fin único de aprender para su futuro. Eso hay que revisarse.

Los procesos educativos deben evaluarse mediante distintos mecanismos de rendición de cuentas y ha de establecerse para dictar los parámetros de esas rendiciones de cuentas y para realizar investigaciones sobre el rendimiento de las instituciones, de los docentes y de los estudiantes: un Instituto Nacional de Evaluación de la Calidad de la Educación. Los resultados de tales evaluaciones se difundirán para generar aprendizajes en los actores de las comunidades educativas.

Estas son solo algunas sugerencias a tener en cuenta.
Jorge Iglesias

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