El sistema educativo se ocupa de millones de estudiantes. Pero los procesos
educativos tienen lugar en miles de centros escolares y en aulas donde se
establece una relación bilateral entre un docente y decenas de estudiantes. En
ese sentido, el éxito o el fracaso de la formación educativa de una sociedad se
definen en cada escuela. Lo decisivo, entonces, es contar en cada una con un
director y un equipo pedagógico empeñados en lograr la excelencia. Porque la
experiencia enseña que en toda escuela eficaz hay un buen director coordinando
y estimulando a su equipo de educadores.
Por ello, es indispensable para elevar la calidad de nuestra educación
crear un Programa Nacional de Formación de Directores, preparados para
administrar el presupuesto y el personal escolar, para cuidar la dotación y,
sobre todo, para ejercer la gerencia pedagógica y encaminar al equipo docente
hacia el logro de objetivos académicos muy concretos y medibles. También debe
ser capaz de estimular a los padres y a la comunidad educativa a participar en
los procesos formativos.
Este Programa comprendería, además de la formación de directores de los
centros, también la de funcionarios públicos del ámbito local, regional y
nacional para que acompañen, apoyen, orienten y evalúen a los equipos
pedagógicos de cada institución.
Se debe realizar una selección transparente de los profesionales que
demuestren las condiciones más idóneas en cuanto lo intelectual, lo ético y en
cuanto a su capacidad de liderazgo para ejercer como directores de planteles
escolares. Naturalmente, esta alta dedicación debe ser retribuida con una prima
por cargo que sea verdaderamente muy atractiva, con incentivos adicionales en
función del rendimiento académico de los estudiantes de sus centros.
El diseño de la descentralización debe ser consistente con la necesidad de
fortalecer la acción de las escuelas y apoyar la gestión de sus directores.
Cada plantel debe gozar de ciertos grados de autonomía en los asuntos
administrativos y pedagógicos teniendo, entre otras competencias, las de:
elaborar y aprobar el Proyecto Pedagógico del Plantel; seleccionar, contratar y
remover al personal requerido en la institución, en el marco de los
lineamientos establecidos en los ámbitos legales del ejercicio profesional
docente y laboral.
También se debe revisar exhaustivamente el proceso de evaluación de los
aprendizajes. Se debe acabar de una vez por todas las evaluaciones como
castigo. Donde se mide el conocimiento a través de cualquier estrategia, a
veces rebuscada y que parece que solo el docente conoce cómo resolverlas, que
lo único que logra es asustar y alejar al estudiante del fin único de aprender
para su futuro. Eso hay que revisarse.
Los procesos educativos deben evaluarse mediante distintos mecanismos de
rendición de cuentas y ha de establecerse para dictar los parámetros de esas
rendiciones de cuentas y para realizar investigaciones sobre el rendimiento de
las instituciones, de los docentes y de los estudiantes: un Instituto Nacional
de Evaluación de la Calidad de la Educación. Los resultados de tales
evaluaciones se difundirán para generar aprendizajes en los actores de las
comunidades educativas.
Estas son solo algunas sugerencias a tener en cuenta.
Jorge Iglesias
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