Si hay
alegría, hay motivación, hay deseos de aprender. Si en los centros educativos
brilla la alegría, habremos conseguido
lo más importante. Debemos buscar y meter la alegría en todas las actividades
que planificamos y hacemos. Las aulas y todos los recintos escolares deben
invitar a la alegría y ser atractivos en lo físico y en el ambiente irradiador
de aceptación, comprensión, ayuda. La educación actual es demasiado fastidiosa
y aburrida.
Muchos
alumnos desertan porque no encuentran en el centro educativo respuesta a sus intereses,
preocupaciones y problemas. El objetivo principal de las planificaciones, debe
ser tener a los alumnos motivados y contentos. Hay que volver al saber con
sabor, a la escuela como lugar del disfrute en el trabajo gratificante y
compartido. Quedan prohibidas las caras largas, las palabras ofensivas y
desestimulantes, las amenazas, los ejercicios tediosos y aburridos, las
memorizaciones sin entender, los aprendizajes sin sentido. Atrevámonos a proponer
y vivir el servicio como fuente de alegría. No olvidemos nunca que “ser más es
el camino a la perfecta alegría”.
¿Qué opinarían los ¿Me considero un educador ameno
o aburrido? ¿Qué opinarían los alumnos?
¿Disfruto de mi trabajo educativo?
¿Tengo problemas serios de disciplina, cómo los
enfrento?
Cuando planifico, ¿busco conscientemente tener a
los alumnos motivados y felices? ¿Lo logro?
¿Qué me propongo para avanzar en una pedagogía de
la genuina alegría?
Fuente: A. Pérez Esclarín. Las 5 vocales de la
pedagogía (2002)
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