Antonio Pérez Esclarín (2017)
El Gobierno insiste en que, entre los logros más
importantes de estos años de “revolución”, está la educación, añadiéndole
además la palabrita mágica de “calidad”. No dudo que se han hecho grandes
esfuerzos en cantidad y dotación, pero la calidad sigue siendo una materia
pendiente. Conozco bachilleres que son incapaces de comprender un texto
sencillo y licenciados y hasta magisters que no logran expresarse ni oral o por
escrito con la mínima coherencia. Además, a la palabrita se le dan significados
muy diversos. Para mí, es de calidad la educación que permite a todos el
desarrollo de sus talentos y capacidades creativas, de modo que cada uno pueda
responsabilizarse de sí mismo y alcanzar su plenitud humana. Educación que
despierta el gusto por aprender, por superarse permanentemente, que fomenta la
creatividad, el emprendimiento, la libertad y el amor. Educación que enseña a
vivir y a convivir, a defender la vida, a dar la vida para que todos podamos
vivir con dignidad y contribuir a la construcción de un mundo mejor. En breve,
la educación es de calidad si forma personas y ciudadanos de calidad.
Educar
a toda la persona
En definitiva, educar es servir, poner la propia
persona al servicio de la promoción del otro. Por ello, no basta con
proporcionar educación a todas las personas, sino que se trata de educar a toda
la persona. Eso es lo que significa integral. Educar razón, corazón y espíritu;
conocimientos, sentimientos y valores; memoria e imaginación, voluntad y
libertad. Educar los sentidos, pies y manos, estómago y sexualidad. Educar a
cada persona como ciudadano del mundo e hijo de su aldea, de su región, de su
país. Educar para convertirnos en esa persona plena y feliz que estamos
llamados a convertirnos, en ese ciudadano trabajador, respetuoso y solidario,
verdaderamente comprometido con el bien común.
Educador
¡Cuántos genios en potencia habrán quedado
frustrados y cuántas potencialidades seguirán dormidas por no contar con
educación de calidad o con un educador que ayude a descubrirlas y potenciarlas!
En uno de sus inolvidables escritos, José Saramago hace una increíble
descripción de su abuelo: “Viene cansado y viejo. Arrastra setenta años de vida
difícil, de dificultades, de ignorancia. Y con todo, es un hombre sabio,
callado y metido en sí, que sólo abre la boca para decir las palabras
importantes, las que importan … Un hombre igual a muchos de esta tierra, de
este mundo, un hombre sin oportunidades, tal vez un Einstein perdido bajo una
espesa capa de imposibles, un filósofo (¿quién sabe?), un gran escritor
analfabeto. Algo sería, algo que nunca pudo ser”.
A su vez, Saint-Exupéry recuerda un viaje en un tren
repleto de gente de extracción social baja. Un niño pequeño dormía tranquilo
entre sus padres. El escritor francés se quedó mirando la carita del niño y
recordó la figura del gran compositor alemán Wolfgang Amadeus Mozart. Y pensó
que probablemente ese niño tuviera en sí potencialidades como para llegar a ser
un gran músico, pero temió que ni la vida ni sus educadores le iban a ofrecer
las oportunidades necesarias, con lo cual sus potencialidades quedarían ahogadas.
Después de una larga reflexión, cuando el escritor separa ya definitivamente
los ojos del niño, en su fuero interno lo considera como un “Mozart asesinado”.
¡Cuántas personas no han podido realizar sus potencialidades por falta de
educación! ¡Cuántos artistas, científicos, héroes, santos…, habrá bloqueado la
mala educación!
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